Presentación del Proyecto Educativo Pastoral Común
Dios en su designio de amor sobre la creación y el hombre, quiere que todo sea recreado y recapitulado en Cristo, quien se encarnó y se hizo solidario con nuestra vida y nuestra historia. Él le confió a su Iglesia la misión salvífica que había comenzado. Hoy, como Cristo, con Él y en Él, nos toca ayudar al hombre para que se reconozca en aquella dignidad primera de hijo de Dios, de señor de lo creado y llamado a vivir en comunión fraterna con los demás, a fin de que elevado por la gracia alcance, la perfección humana y cristiana.
Cristo, Dios hecho hombre, indica que el camino para que la Buena Noticia penetre en el corazón del hombre y su ambiente, exige buscar la raíz de su cultura, sus valores fundamentales, suscitando una conversión que lo transforme en artífice de la civilización del amor.
La evangelización es la misión fundamental de la Iglesia; cuando ésta evangeliza y logra la conversión del hombre, lo está educando, pues la Salvación - don divino y gratuito - lejos de deshumanizar al hombre lo perfecciona y ennoblece; lo hace crecer en humanidad pues lo personaliza. De ese modo nuestro proyecto ha de ser educativo-pastoral pues se inserta en el proyecto de Dios sobre la creación y el hombre que confirma la íntima relación entre la tarea pastoral y la tarea educativa.
Sostenemos que la evangelización facilita la promoción total de la persona entendida no como una realidad terminada y acabada sino como una realidad dinámica, libre, histórica y trascendente.
Entre los rasgos comunes que la definen y aseguran su realización destacamos:
La persona es una
Corporeidad animada por el espíritu: La verdad del hombre es también su corporeidad. El cuerpo, como la palabra, es lenguaje, interioridad que se manifiesta, que se comunica con los demás, que se realiza en la complementariedad del varón y la mujer.
Interioridad: Es mi “yo” capaz de pensar y reflexionar también sobre sí mismo (autoconocimiento); de obrar conscientemente y decidir en forma autónoma para ir realizándose a través de opciones libres para alcanzar la felicidad a la que está llamado.
Interioridad única, irrepetible, inconfundible, insustituible porque cada uno tiene su manera peculiar de ser persona.
Interioridad abierta, relacional, naturalmente social y religiosa, que va siendo y autoconstruyéndose en el encuentro dialogal y amoroso con los otros y con Dios, teniendo a Cristo y a María como modelo y guía.
Podemos definirla como “una unidad bio-psíquico-espiritual, una presencia consciente y creadora en el mundo, confiada a su libertad y responsabilidad, en medio de otras personas con las que no sólo debe convivir sino autoconstruirse mediante la interacción con ellos y responder así al llamado de una misión trascendente” ( EPV).
Fundamentación Pedagógica
El derecho a la educación brota de la misma dignidad del hombre, de satisfacer el alto fin de su formación plena. La educación humaniza y personaliza al hombre cuando logra que éste desarrolle plenamente su pensamiento y su libertad, haciéndolo fructificar en actitudes de comprensión y de comunión con la totalidad del orden real por los cuales el mismo hombre humaniza su mundo, produce cultura, transforma la sociedad, construye la historia (cf. GS.55; Puebla 1024-25) y se orienta hacia su fin último.
La educación es un proceso permanente centrado en la promoción de los valores humanos y trascendentes. Ha de ser personalista, personalizada y personalizante (E.P.V.).
Desde esta misma perspectiva, consideramos a la educación como un proceso continuo que no tiene término. Es un constante aprender a ser que se genera en el devenir del ser individual y social al desplegarse en forma constante en una interacción con las influencias tanto del medio natural como del ambiente sociocultural de su comunidad.
Considerada entonces la educación como un ideal de plenitud humana, que involucra a los agentes naturales de educación (familia, escuelas, otros), constituye una síntesis que incluye todas las formas y tipos de aprendizaje, sean conscientes o no, y todas las experiencias y vivencias que la persona va acumulando e integrando a su propia existencia.
Propio de la educación católica será entonces el generar un clima de comunidad, un ambiente de alegría, de benevolencia, de iniciativa, de respeto y de confianza en las potencialidades de los miembros que forman parte.
La escuela católica tiene desde el Concilio una identidad bien definida, posee todos los elementos para ser reconocida no sólo como medio privilegiado para hacer presente a la Iglesia en la sociedad, sino también como verdadero y particular sujeto eclesial.
La escuela debe estimular al alumno en su desarrollo armónico, promoviendo el dinamismo de la clarificación y de la investigación intelectual y explicitando el sentido de las experiencias y de las certezas vividas. Vemos también a la escuela como un espacio donde se socializan los saberes a través de la transmisión, recreación y producción de conocimientos válidos.
Se trata entonces de buscar permanentemente nuevas formas curriculares; flexibles en sus modalidades, estructuras, contenidos y métodos, que satisfagan eficaz y adecuadamente las necesidades educativas que se generan -a partir de contextos sociales específicos- en el presente y, especialmente en el futuro inmediato.
Asumir esta definición de educación y de escuela, supone un educador capaz de mantenerse siempre atento y flexible para orientar, renovar y promover actitudes y comportamientos en función de la situación concreta de sus destinatarios y del ambiente sociocultural en que se mueve. Es deber de todo educador católico dar testimonio de su fe y de su capacidad profesional en síntesis dinámica.
Es conveniente favorecer el sano ejercicio de la corresponsabilidad y participación de todos los sectores en la vida de la escuela.
Como educadores tratamos que nuestros alumnos logren una interacción crítica con el mundo desarrollando en forma integral cada uno de los aspectos que conforman su personalidad.
Entendemos por PERSONALIDAD una organización peculiar y dinámica de cada individuo que lo hace diferente a los demás determinando su comportamiento y su modo de pensar característico. Consideramos que la personalidad es fruto no solo de lo innato de un individuo sino también de la interacción de este con la sociedad.
El ser humano va concientizando su personalidad, su certeza de que es “alguien”, confirmando su valor y el sentido de su propia existencia en relación con el mundo y con los demás, frente a quienes busca ser reconocido y valorado.
Al ser dinámica, la personalidad se va desarrollando y afirmando a lo largo de la historia personal. En este sentido consideramos que la tarea de la escuela tiene una importancia considerable. Atendiendo a la singularidad y originalidad de cada persona, intentaremos promover y desarrollar al máximo sus características constitutivas.
Es por esto que la escuela católica debe atender a
Entendemos que la persona es esencialmente social; para ella existir es convivir, está llamada a realizarse en el encuentro con los otros y con Aquel que es fundamento de toda comunión y comunicación.
El hombre pues, nace y se desarrolla en el seno de una determinada sociedad, condicionado y enriquecido por una cultura particular, la recibe, la modifica creativamente y la sigue transmitiendo. (D.P. 392)
Con la palabra cultura indicamos el modo particular como un pueblo, sus hombres y mujeres, cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios, de modo que puedan llegar a un nivel verdadera y plenamente humano (D.P. 386)
La cultura es recibida en herencia y transformada por el interactuar de los hombres quienes frente a la aceleración de los cambios socio-culturales, necesitan ser educados para:
Ya que el hombre no puede realizarse plenamente como tal sino a través de la cultura, toca a la educación la misión de promover el encuentro del educando con ella, o mejor dicho, capacitarlo para su inserción vital, consciente y recreadora en la cultura (E.P.V. 24)
La escuela es la institución destinada a la transmisión de la cultura. La escuela católica completa este concepto considerándola un lugar de formación integral mediante su asimilación sistemática y crítica (E.C. 26) promoviendo constantemente la síntesis entre fe y cultura en quienes enseñan y en quienes aprenden, esperando alcanzar no sólo a los individuos sino también a las sociedades (E.P.V. 145)
La cooperación al desarrollo de todo hombre y de cada hombre es un deber de todos para con todos (SRS 32). Guiados por el Magisterio fomentamos la educación para la vida en democracia y el respeto a un legítimo pluralismo y a la diversidad cultural.
Difundir, informar, educar, crear, discernir, son verbos que se conjugarán en relación al arte y a los medios de comunicación. En este sentido la escuela enfrentará el desafío de formar la conciencia de los alumnos ante estas manifestaciones, a la vez que enseñará a emplearlas y a expresarse a través de ellas.
Una de las características propias de la escuela parroquial es su fuerte inserción en el barrio y el intercambio fluído con sus variadas facetas.
La Escuela Católica debe constituirse en comunidad que tienda a la transmisión de valores de vida (E.C. 53), conservando un carácter esencial que debe ser preservado: ser una comunidad de hombres que comparten un mismo proyecto educativo y unen sus esfuerzos para hacerlo realidad (E.P.V. 94)
Para realizar ese proyecto educativo, la escuela debe contar con la unidad de intención y de convicción de todos sus miembros (E.C.59). La colaboración responsable para llevar a cabo el común proyecto educativo deberá ser considerado como un deber de conciencia por todos los miembros de la comunidad (sacerdotes, padres, educadores y alumnos) cada uno de los cuales interviene de acuerdo a sus responsabilidades, funciones y normativa vigente tanto arquidiocesana cuanto civil. Esa participación, vivida con espíritu evangélico, es por su propia naturaleza un testimonio que no sólo “edifica” a Cristo en la comunidad, sino que lo irradia y se convierte en “signo” para todos. (E.C. 61)
Por todo esto la escuela parroquial llevará a cabo un plan de proyección comunitaria donde:
Se considera a la enseñanza y al aprendizaje como procesos singulares y, a la vez, interdependientes. En el acompañamiento del proceso de aprendizaje se requiere que el educador asuma una cuidadosa tarea de apoyo y guía de la tarea de enseñanza, proporcionándole a sus alumnos no sólo el contenido educativo sino las estrategias y las oportunidades de práctica y consolidación que le permitan una asimilación crítica y sistemática de la cultura a la luz de las verdades de la Fe. Sólo en esta medida, el compromiso de la persona, la reflexión e interpretación de lo vivido y de atribución de sentidos a lo que se aprende contribuirá al crecimiento personal de los alumnos favoreciendo y promoviendo su desarrollo, personalización y socialización.
El proceso educativo será un todo integrado, en el que cada factor contribuirá adecuada y eficazmente al logro del fin de la educación. La unidad de los conocimientos y la de estos con la vida, hacen fecunda la existencia del hombre. La educación va desde la adquisición de conocimientos a la capacidad de relacionar, valorar y ordenar tanto en el hacer como en el obrar. Debe haber coherencia entre la comunidad y la persona singular, entre los propósitos inmediatos, las políticas educativas y el fin de la educación, entre los objetivos, los métodos, las actividades y la evaluación, entre las personas que actúan en el proceso educativo (padres, párroco, educadores y alumnos) para que dicho proceso tenga unidad.
Los docentes han de asumir intencionalmente y con sistematización la direccionalidad de las situaciones didácticas. Propondrán y organizarán diversidad de actividades en relación con la reflexión y tematización de los contenidos escolares. Al mismo tiempo, encauzan las estrategias didácticas teniendo en cuenta la vitalidad educativa de las experiencias directas (fuera y dentro del ámbito escolar), la resolución de problemas y microproyectos de investigación, tanto de resolución individual como en equipo, el manejo de herramientas, instrumentos, y diversidad de dispositivos que facilitaen la búsqueda de la información sustantiva.
Los alumnos tendrán variadas y contínuas oportunidades de participar y asumir plenamente un protagonismo en relación con la apropiación de los contenidos escolares. Se privilegiará la progresiva construcción de una autonomía responsable en el marco del bien común. La convivencia surgirá pues de la toma de conciencia de la asunción de la responsabilidad del educando en el desenvolvimiento de su conducta de acuerdo con los valores y las actitudes propias del estilo de vida del Evangelio. Estos y otros valores serán explicitados en la normativa intermedia correspondiente.
Promovemos una disciplina que sea expresión de una actitud y forma de comportamiento personal y comunitaria, que desarrolle el dominio de si mismo y facilite la labor educativa en un clima de orden, sinceridad y respeto mutuo.
Para contribuir a una educación personalizada, personalista y personalizante, proponemos que el estilo de enseñanza sea: